Hemos oído hablar mucho en medios sobre algunas especies de árboles que podrían fomentar la virulencia de los incendios, pero, ¿es así realmente? Algunas zonas son más proclives al fuego, son ecosistemas con árboles, ramas, maleza y hojas secas que se queman con más facilidad.

En las montañas donde se encuentran pinos se pueden presentar incendios sobre todo al nivel del suelo, donde casi siempre hay arbustos leñosos, pasos y la propia hebra del pino que son elementos que alcanzan calor rápidamente.

Los pinos Contorna tienen conos cubiertos de resina que con el fuego liberan semillas. Pero, otros elementos que pueden acumularse como combustible y crea fuego de diferente intensidad en su ambiente.

Es un ecosistema donde se puede llegar a la combustión, con el nivel del oxígeno que se necesita para que se presenten incendios, que inician con baja intensidad, etapa donde liberan nutrientes. Pero, son eventos que pueden facilitar los incendios que destruyen, por lo que se debe evitar la acumulación de hojarasca y otros materiales combustibles para evitar quemas.

 

La influencia de la biomasa y el PH

En las zonas rocosas se pueden presentar ciclos de incendios de unos 25 años, las especies como arbustos de diferentes especies como manzanas, robles y nogales producen semillas con el fuego con incendios superficiales. Luego, del fuego germinan desde la base del tronco para su reproducción. Sin embargo, las ramas secas y pastizales son muy inflamables con el tiempo.

Los pastos altos en las praderas son débiles como combustible, ya que los pastizales no son altamente inflamables, queman fundamentalmente la biomasa en el suelo y plantas leñosas, alterando su pH. Puede eliminarse el fuego evitando que alcance los arbustos leñosos.

Las plantas de los páramos o suelos arenosos pueden presentar incendios naturales entre seis y veinticinco años, dado que el viento fuerte puede facilitar que se quemen las copas de los árboles y pase el fuego más lejos, atentando contra el hábitat de flora y fauna que sirve de base para la supervivencia de otras especies.

Ante esto, cabe preguntarse, ¿es posible reducir las probabilidades de incendio cambiando el tipo árbol que habita nuestros montes y bosques?